VIANNE ROCHER Y EL PADRE REYNAUD
Hago
que no con la cabeza furiosamente, como un perro atormentado por las avispas,
su calma me indigna i me viene un zum-zum a la cabeza, un mareo que me hace
rodar toda la tienda.
Aquel
olor cremoso del chocolate es enloquecedor. Por un instante los sentidos se me
despiertan de manera sobrenatural, siento el olor de su perfume, como una
caricia de lavanda, el olor cálido y salado de su piel.
La
felicidad tan simple como un vaso de chocolate y tan complicada como el
corazón. Amarga, dulce, viva.
Miro
hacia la chocolatería, allá delante, con
aquel aparador luminoso, las jardineras de los balcones y de la puerta, llenos
de geranios rosas, rojos i naranjas. I siento que la duda se va apoderando de
mi y la boca se me llena del perfume de crema, merengue, caramelo, la mezcla embriagadora
del coñac y granos de cacao acabados de
moler. Es la misma olor que hacen los cabellos de una mujer justo donde la nuca
se junta con el dulce hoyo del cráneo.
CHOCOLAT
DE JOANNE HARRIS
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