MORAYMA
Entro en la
alcoba como un copero que ha de servir a su joven ama, que lo espera impaciente
y ávida, sobre el lecho. Y la miro despacio casi extraviado el deseo de tanto
desearla. No soy ya hijo de rey no lo necesito. Ni ella es la esposa de un príncipe,
ni de otro hombre de este mundo: es sólo una muchacha que ve a un muchacho
semidesnudo, destacados los nudos del cinturón, acercarse a su lecho. Y yo soy
un hombre que besa la boca que en ese instante quiere; que desliza su mano
despojada de anillos, por el cuerpo que anhela, tembloroso de lascivia igual
que quien al amanecer se destapa entre sueños; que llega hasta el lugar
propicio, entre los largos muslos y moja sus dedos en el inconfundible
testimonio del ansia. Y estoy allí sin obligación que me lo exija. Y el cuerpo
junto a mí, o bajo el mío, se entrega y se abre, dulce y maduro, lo mismo que
una fruta, flexible y dócil, generoso de sí y hambriento de mi cuerpo, emanador
de placer y placentero sólo con que se rocen su piel y la mía, bienoliente y no
perfumado, como un pan recién cocido dispuesto para saciar un apetito
MIRADOR MORAYMA |
RETAZO DE :EL
MANUSCRITO CARMESÍ ANTONIO GALA
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